lunes, 13 de septiembre de 2010

AMÉRIQUE, L'UTOPIE EN CONSTRUCTION




L'IMAGINAIRE LATINO-AMÉRICAIN
Table ronde conduite par:
Rocío Durán-Barba,
avec la participation de:
Silvia Costanzo, Duván López,

Isabel Soto, Luís Mizón, Efer Arocha





AMÉRIQUE, L’UTOPIE EN CONSTRUCTION
Duván López
« Beaucoup à oublier, tout a apprendre »
« Le lac de langues qu’est la Méditerranée, ouvrira le chemin à la mer universelle du Pacifique »
Avec cette phrase merveilleuse de Roberto Matta, l’impressionnant peintre chilien définit la relation de destruction / construction qu’engendre toute rencontre.
Fils du fantôme de la vérité, et donc obligés à ne pas la chercher, nous en sommes restés au seuil de la connaissance ; celle ci ayant été définie par Aristote , ne nous resterait-il plus que le droit d’obéir ?
L'Amérique n'a jamais été découverte, elle a été spoliée ; mais les sources fabuleuses, intarissables, continuent à répandre leurs richesses , qui ne sont pas sont éternelles, mais presque.
Nous sommes fils de la violence et de l'erreur qui ont permis à l'Occident d'établir la suprématie d'un vérité inexistante, qui ne se soucie que d’imposer son pouvoir.
L'Europe a manqué le chemin, renforçant l'éducation à l'obéissance, ce qui n'est possible que lorsque l'individu est castré (privé ) de sa plus précieuse ressource : « le discernement ».
La construction d'une vérité unique, rendue universelle par l'art de la renaissance, centrée sur le pape de Rome, le doge de Venise, l'empereur d'Espagne ou le roi soleil, avec un point focal unique, impossible d'accès, engendre la distance qui rend possible la domination.
L'histoire est irréversible, mais le vingtième siècle parmi ses nombreuses erreurs nous a laisseé une brèche, par laquelle on peut regarder en arrière et scruter l'avenir. c'est ce qu'on appelle la « déconstruction ».
Nourris par la fertilité de la terre, emplis d’un air qui est encore nouveau, nous, les américains, nous préparons à assumer notre rôle.
Nous découvrons par nos communautés ancestrales, une autre vision qui, couplée avec le savoir et la technologie mis à notre disposition par l'Occident héroïque, mais inhumain, nous offre les éléments nécessaires à la construction de cet Hommes Latino-américain, dont rêvèrent Marti, Bolivar, Saint Martin, Lezama Lima, Estanislao Zuleta, Paz, Borges, Rulfo, Fuentes, La Mistral, Whitman, et bien d’autres.
Notre univers, riche en contributions européennes possède encore un côté non colonisé ; le contact avec un espace et une histoire mythiques et telluriques, magistralement définis par notre réalisme magique, détermine une zone que nous devons développer.
La diaspora latino-américaine, produite par le déploiement de forces qui reproduisent le plus néfaste de la culture occidentale, nous a mis en contact direct avec les sources de la « Liberté, Egalité, Fraterni-té ».
L’Amérique est une construction permanente et, comme le disait Borges, être colombien est un acte de foi ; dans les strophes de l'hymne national Colombien se trouve une phrase sublime, qui dit:

" L'humanité entière,
qui gémit sous les chaînes,
comprend les mots
de celui qui est mort sur la croix. "

La base de la démocratie que nous voulons est dans une autre phrase antique et lapidaire, que l'Occident devrait prendre en compte, et l'Amérique assumer; «Ne fais pas à autrui ce que tu ne voudrais pas que l’on te fasse à toi» ; cela, avec le renouvellement de l'alliance sacrée que nos collectivités indigènes ont avec la terre, pourrait être le chemin vers la réalisation du rêve de Rivera, Orozco, Siqueiros, Guayasamín et les autres.
Sacraliser la terre, et l'homme que je considère comme une espèce en voie de disparition. Reconnaître l’immensité de la femme, puisque Frida nous a appris à voir, peut-être, le témoignage le plus douloureux qu’ait connu l'art, venu d’une femme.
Nous sommes l’Occident, nous sommes l'Orient, nous sommes l'Amérique, nous sommes un monde en construction, naviguant dans les langues méditerranéennes, respirant l'air pur de la forêt et de la mer, nous pouvons encore rêver.

Le nouveau monde, il le reste
Içi existe encore l’Eden
L’Europe le rêve encore
nous l'avons
et nous pouvons le partager.

Paris, Printemps 2010

















SOY LA DONCELLA MÁS AMADA QUE HA TENIDO PACHA MAMA

EL IMAGINARIO LATINOAMERICANO
Mesa redonda dirigida por:
Rocío Durán-Barba,
con la participación de:
Silvia Costanzo, Duván López,
Isabel Soto, Luís Mizón, Efer Arocha



SOY LA DONCELLA MÁS AMADA
QUE HA TENIDO PACHA MAMA
Efer Arocha
Las montañas se encontraban todavía frescas a causa de los distintos eructos y sus lomos empezaban a reposarse, mientras que su sudor se convertía en hilos en dirección del mar; fue en este momento cuando todo comenzó al pie de Apu, una misteriosa montaña donde el frío para llegar a la cúspide, pasa por todas las gradas del termómetro. Allí me encontré por primera vez con unos animales los más insólitos que conozco y sin parecido con los otros seres vivos. En mis primeras observaciones descubrí que eran bípedos e implumes. Cuando tuve oportunidad de volver a mirarlos en detalle, noté su piel lisa y sin cerdas. Lo único en común que les encontré con los demás animales era que la hembras tenían tetas y sus crías mamaban. Hasta ese momento se alimentaban de mí todas las variedades de antiodáctilos que osando me descubrían, algunos cánidos y escasos paquidermos. Para ese entonces yo ya había aprendido a defenderme de insectos y de otros minúsculos animales que habitan mi medio. Los seres recién vistos, cogían mi cuerpo y yo pasaba de mano en mano, me observaban atentos y se mostraban admirados y regocijados de mi presencia. Empezaron a morderme y de inmediato me di cuenta, por mis experiencias anteriores, que sería uno de sus alimentos preferidos. Lo que no presagiaba era lo que ocurriría después. Siguiendo mis pasos me buscaban por todas partes, ellos subían y subían la cordillera, y con el tiempo descubrieron mi residencia principal donde proliferó y creció toda mi familia y parentela. Estoy hablando de los alrededores del lago Titicaca.
Mi primera y gran sorpresa la tuve, luego de que ellos me tragaban tal como me arrancaban del seno de Pacha Mama, cruda y con cáscara, durante muchos años procedieron así. De pronto cambiaron, empezaron a usar un proceso para el ablandamiento de mi cuerpo antes de engullirme, me asaban algunas veces con piel, y en otras me despellejaban. Luego se les dio por ablandarme en agua hirviendo y posteriormente me mezclaron con pedazos de animales y algunas raíces. También me pusieron nombre por primera vez, Maman Jatha. Son tantos los nombres que me han dado desde entonces que en mi cerebro hay poco espacio para ellos. Cuando me llevaron por primera vez a Europa, los italianos me llamaron tartufol, los alemanes kartoffel, los rumanos katof, y ¡qué decir! Lo que nunca pensé fue que el encuentro con estos animales cambiaría mi vida para siempre. En adelante me despreocupé de todos mis problemas, éstos se acabaron en forma definitiva. Había suf
rido tanto, defendiéndome algunas veces contra otras plantas, en ocasiones contra animales grandes y pequeños, eludiendo la furia de Pacha Mama que no siempre está de buen humor y pasa abruptamente de lo húmedo a lo seco. Y en ese orden, múltiples adversidades que en momentos críticos me hacían desfallecer y casi perecer.
Ellos empezaron a cuidarme con esmero, con un cuidado increíble. En el sur donde muere el horizonte y Pacha Mama no existe más, era tal la dedicación por mí que hicieron crecer mi cuerpo hasta pesar un cuarto de tonelada. En Chiloé era donde más me querían. Recordaba los viejos tiempos cuando en esos mismos predios para poder sobrevivir avanzaba penosamente, siguiendo siempre el clima frío pero no tan helado porque por debajo de 9 grados centígrados la frescura me entume, y por encima de 23 el calor me asfixia.
En mi caminar por entre Pacha Mama llegué a peñascos y riscos, allí me descubrieron esos animales de los que antes he venido hablando, pero que tenían la característica de dormir una noche aquí y otra noche allá, conocidos como nómadas por el tanto mudarse. Como yo crecía por todas partes, mis flores se confundían con las nubes, entonces optaron cambiar sus hábitos de deambular y se decidieron a vivir conmigo. Construyeron agrupaciones en Jalca y luego la fortaleza de Knélap, para defenderse de sus enemigos pues siempre los atacaban. Primero se llamaron los hombres de las nubes y luego Chachapollas. Atrajeron mi atención porque eran muy claros, altos y delgados como una palma.
Empecé a descubrir que estos animales eran de tamaño y color diferente y se encontraban por todas partes. En mi viaje hacia el norte fue cuando me percaté de ello. Otra cosa muy curiosa a mi entender, era que la duración de mi cocción en recipiente de barro les sirvió como medida de tiempo, puesto que el lapso de ablandamiento de mi cuerpo es constante después que el agua entra en hervor. A partir de entonces comenzaron a hacer nudos con los hilos de pita, a los que llamaron quipus, y luego se pusieron a contar animales domésticos.
Se me hizo mucha gracia que los valdivios que habitaban en ese entonces, en lo que ahora se llama Ecuador, usaban mi cuerpo cuando era bicéfalo y el resto se asemejaba a una pareja de ellos constituida por macho y hembra, como la divinidad de su reproducción. Cuando una hembra presentaba síntomas de preñez, mi cuerpo se convertía en el centro de festividades de toda la tribu, entonaban cantos, tocaban instrumentos y bailaban. Entrada la noche me dormía entre los senos de las futuras parturientas por cuatro noches consecutivas, y a la noche siguiente entre sus órganos genitales; las futuras madres debían reproducirse con la celeridad que yo lo hago.
Los mochicas practicaban algo muy diferente; me hacían devorar por sus críos para vigorizar sus cuerpos, y mediante el vigor alcanzar la madurez y la erotización. Yo soy rica en vitaminas C, B6, B2, B1, A, proteínas, glúcidos, lípidos, potasio, fósforo, magnesio, sodio, calcio, hierro, ácido pantoténico, riboflavina, y en combinación con otros alimentos adquiero nuevas cualidades. Este ha sido mi gran secreto puesto a la luz por esa tribu que convirtió el himeneo en el principal fin de su existencia. Lo afirmado lo respaldan abundantes pruebas comenzando por sus pequeñas esculturas en terracota que deambulan por ahí. Yo era ingerida en función de ser alimento y también me utilizaban como un órgano sexual en busca de su excitación.
Otro asunto que no puedo dejar pasar por alto es el de los indios jíbaros. Ellos me usaban poco para robustecerse debido a que habitaban en zonas calientes. Se servían de mí para una actividad muy singular. Con ellos fui por primera vez una modelo, en tanto que tubérculo; porque quiero aclarar que también doy frutos, igualmente redondos y muy pequeños, los cuales oscilan de uno a tres centímetros; esto para hacer aclaración y diferencia en mi trabajo de modelaje. Como dije más arriba, mi cuerpo en cuanto a lo grande creció en Chile, y en lo reducido y de color amarillo oro en la llanura de la laguna de Fúquenes, en un lugar que en Colombia se denomina Boyacá. Mis tubérculos de esta zona se parecen a mis frutos, entonces los jíbaros que apreciaban la diferencia para sus fines, me llevaban desde esas lejuras con una delicadeza extremada a las selvas ardientes y bochornosas de las laderas del Amazonas. Como yo me reproduzco por germinación y no por polinización, ellos consideraban mis ojitos de color indefinible, boquita y nariz, a los punticos por donde empiezo a retoñar. Pero este no era el motivo de la importación, sino como mi cuerpo tiene muchos tamaños y formas, me ensartaban en una vara delgada siguiendo un orden riguroso, de tal manera que mi cuerpo más grande quedara de primero para descender hasta el más pequeño que era el llevado desde Fúquenes. Guiándose por todos mis cuerpos traspasados por el eje de madera, los médicos reduccionistas emprendían la competencia para lograr la cabeza de menor tamaño.
He tenido también el uso de ser útil como símbolo de intercambio entre los pueblos de las nubes y los pueblos de las aguas, he sido equivalente para ser intercambiada por pescado de los indios caribes y de otras tribus, por pieles, animales y también frutos. Los incas lograron transformar mi cuerpo en harina y también lo disecaron; una de las causas de su victoria militar para lograr la dominación de sus vecinos. Me apilonaron en grandes depósitos por todo su imperio; en esta nueva condición de trasformación me hice resistente a la humedad y al tiempo, convirtiéndome por estas dos cualidades en moneda. Cinco cuartas de la mano de un indio era la medida de altura de un saco de mi cuerpo pulverizado, equivalía a una alpaca o llama con cría. Un bulto de mi cuerpo disecado valía tres bultos de pescado, en las mismas condiciones.
Yo vivía apaciblemente en el seno de la sociedad indígena, cuando en una tarde de reposo en 1537, aparecieron unos extranjeros que venían de un puerto llamado Barrancos Bermejos, habían navegado por el río Opón y llegaron a lo que hoy se llama la provincia de Vélez en Colombia. Allí vi por primera vez a un tal Pedro Cieza De León. A la época me llamaba simplemente papa. Al advenedizo se le ocurrió llamarme turma de tierra; o sea, testículo de tierra, éste fue el primer ser distinto a los indígenas que conocí en toda mi historia y en toda mi vida; fecha del comienzo de una verdadera epopeya transgeográfica. Hasta ese momento conocía el agua dulce y el agua salada; la segunda solamente por las zonas costeras. Los foráneos me llevarían mar adentro en carabelas y bergantines, y en ellos cruzaría hasta la otra orilla la inmensa laguna. Viaje emprendido por primera vez desde Santa María del Darién; le seguirían puertos peruanos y sucesivamente otros.
Entablé una amistad sincera con los marinos quienes fueron los que me hicieron conocer el mundo entero. Con ellos llegué hasta Japón, China, toda Asia, África y Europa. Pero no todo es color de rosa, antes de ser indispensable tuve que enfrentar pruebas difíciles; verdaderos problemas. La iglesia ortodoxa rusa me acusó de manera inicua de ser la responsable de la escrófula y de la lepra. Los campesinos rusos me consideraban anticristiana e inmunda. En otros lugares europeos se me acusaba de hermafroditismo, y también inspiradora de la masturbación. Me hicieron responsables de las enfermedades venéreas, especialmente de la sífilis, los censores echaron sobre mis espaldas culpas para hacerme juicio. En compañía de brujas fui condenada a la hoguera. Los moralistas me asociaban al culto satánico y a la perversión sexual. En España ocurrió todo lo contrario; en 1571 unos frailes me plantaron en un huerto del hospital de Sevilla para alimentar a los enfermos de avitaminosis por las agudas hambrunas de aquellos tiempos, dando mejores resultados que toda la medicina junta. En 1565 tuve la oportunidad de ser presentada en sociedad por un comerciante; esto ocurrió en Irlanda, el menos indicado, un tal Hawkinngs, quien era vendedor de esclavos y de mercancías que hacían parte del botín de piratas. Poco deductivo escogió entre mis muchos cuerpos uno que presentaba piel oscura. Por el color me asociaron con la maldad y el resultado fue desastroso. Un segundo intento irlandés lo hizo Sir Walter Raleigh en 1584; reconozco que era un hombre generoso y de muy buena voluntad; él me trajo de Virginia, pero esta vez el fracaso obedeció a una causa distinta. Su cocinero que no me conocía preparó excelentemente mis hojas botando los tubérculos, ignorando por completo que ellas son nocivas para la salud humana y los primeros síntomas comienzan por la indigestión.
El favor de ser introducida y admitida en Europa se inicia con una de las luminarias de su tiempo, el filibustero Francis Drake, que como en todo lo suyo era certero. Él me remitió al prestigioso botanista John Gerarde, quien me cultivó en un jardín de Londres descubriendo todas mis virtudes, empezando por las etílicas. Soy el origen del whisky poteen derivado de mi nombre en inglés. Un prisionero hambriento y famélico que eludió la muerte porque me engorguitaba todos los días llamado Antoine-Augustin Parmentier. Aquel que participó en la guerra de los siete años contra el emperador Frédéric II en 1756-63, logró que los franceses dieran los primeros pasos para aceptarme, con la ayuda de Bufón, Turgot, Condorcet, el rey Luis XVI, la reina, y hasta Voltaire tuvo que intervenir. Anécdotas que me hacen reír siempre que me acuerdo, son la de Federico Guillermo I. En 1651 cuando amenazó a todos los agricultores que se opusieran a cultivarme con cortarles la nariz y las orejas. Igualmente lo que se llama hoy día “Los déspotas esclarecidos” como Pedro El Grande, quien obliga a los campesinos a cultivarme, llegando a utilizar la fuerza militar. Otros Jefes de Estado hicieron lo mismo. Ante esto los campesinos contraatacan con múltiples insurrecciones, actualmente llamadas “Las guerras de la papa”. El empecinamiento en reproducirme a primera vista hoy parece irrazonado. En el entonces las cosas eran muy distintas. La gente moría masivamente por hambre y enfermedad. Se me viene a la memoria un hecho doloroso; sufrí una terrible enfermedad por el desconocimiento genético de los irlandeses, asunto que hoy hay que tener mucho cuidado por esas manipulaciones que se hacen. Por ausencia de defensas me atacó el hongo Alternaria solani y luego el Phytophthora infestans, los dos son un algo así como un cáncer, conocidos popularmente como tizón. Los campos de Irlanda quedaron convertidos por la presencia de mi cuerpo hecho cadáveres, en verdaderos cementerios, a los que siguieron los cuerpos de casi un millón de irlandeses muriendo porque no tenían nada para comer. Otro tanto abandonó el país para no morir de hambre, con destino al norte de América, entre quienes se encontraban los Kennedy.
Pasando a la etapa en la que considero ser indispensable, en la denominada modernidad, mi cuerpo se amplía en usos. Me requiere la industria farmacéutica, textil, maderera y de carburantes. Últimamente hago parte del etanol y soy también un eficaz adhesivo. Esto resulta secundario porque mi función principal siempre ha sido la de ser un alimento. En la actualidad me cultivan en ciento diez países. Mi cuerpo tiene la colosal presencia a nivel mundial, con trescientos ochenta millones de toneladas, apenas sí soy superada por los cereales; con ellos me estoy disputando en el momento el primer lugar. Hay tanto interés por mí que hasta me han dedicado todo un año a honrarme. Por esto soy de la convicción que todos los humanos que pueblan el planeta me conocen, sea por estarme tragando o haberme injerido más de una vez en su existencia. Una masa de especialistas me requiere, no les hace falta motivos para buscarme. Los genetistas quieren descifrar mis doce cromosomas con una longitud de setenta millones de pares de bases, equivalente a ochocientos cuarenta millones de nucléotidos; mientras que los políticos me invocan en sus programas para subsanar las quejumbres humanas. Los financistas se desvelan cómo sacar ventajas de mí para convertirme en ganancia. Los hambrientos sueñan con mi presencia en sus platos. Los fotógrafos me buscan mis mejores ángulos. Los poetas hacen de mi pulpa la carne para sus metáforas. Y así, cada uno en su cada qué, me hace suya. Mientras tanto un niño del Tercer Mundo gateando juega con mi cuerpo pensando que soy una bolita de caucho.
París, 06 de mayo de 2010
Este trabajo es declarado de dominio público por su autor; en consecuencia no genera ningún tipo de derechos. Puede ser parcial o totalmente reproducido por quienes lo deseen; la única exigencia es mencionar la fuente.












































JE SUIS LA PLUS CHÉRIE DES FILLES DE PACHA MAMA


L'IMAGINAIRE LATINO-AMÉRICAIN
Table ronde conduite par:
Rocío Durán-Barba,
avec la participation de:
Silvia Costanzo, Duván López,
Isabel Soto, Luís Mizón, Efer Arocha.




je suis la plus chérie
des filles de Pacha Mama
Efer Arocha
Les montagnes étaient encore jeunes à cause d’éruptions diverses et leurs flancs commençaient à se reposer, tandis que leur sueur s’écoulait en filets en direction de la mer ; ce fut à ce moment que tout débuta au pied de l’Apu, un mont mystérieux où le froid, pour arriver au sommet, passe par tous les degrés du thermomètre. C’est là que j’ai rencontré pour la première fois les animaux les plus insolites que je connaisse et sans la moindre ressemblance avec d’autres êtres vivants. Mes observations initiales m’ont fait découvrir qu’ils étaient bipèdes et sans plumes. Quand j’ai eu l’occasion de les regarder en détail, j’ai remarqué leur peau lisse et sans soies. La seule chose que je leur ai trouvée en commun avec les autres animaux est que les femelles ont des mamelles et que leurs petits tètent. Jusqu’alors, se nourrissaient de moi toutes les variétés d’artiodactyles qui s’étaient risqués à me découvrir, quelques canidés et de rares pachydermes. À cette époque, j’avais déjà appris à me défendre des insectes et autres minuscules bestioles qui vivent dans mon milieu. Les êtres vus dernièrement prenaient mon corps et je passais de main en main, ils m’observaient avec attention, admiratifs et réjouis par ma présence. Ils se mirent à me mordre et je me rendis compte tout de suite, à travers mes expériences antérieures, que je serais un de leurs aliments préférés. Ce que je ne pressentais pas, c’est ce qui adviendrait après. Suivant mes traces, ils me cherchaient partout, ils montaient et remontaient la Cordillère, et avec le temps, ils ont découvert ma résidence principale, là où toute ma famille et ma parentèle avaient proliféré et grandi. Je parle des alentours du lac Titicaca.
Ma première grande surprise a été qu’ils m’avalaient telle quelle, arrachée du sein de Pacha Mama, crue et en robe, procédant ainsi pendant de longues années. Puis ils changèrent, ils commencèrent à procéder au ramollissement de mon corps avant de m’avaler, parfois ils me rôtissaient dans ma peau, et d’autres fois ils me l’enlevaient. Ensuite, ils eurent l’idée de me ramollir en eau bouillante et plus tard, ils me mélangèrent avec des morceaux d’animaux et quelques racines. Ils me nommèrent aussi, la première fois, Maman Jatha. Les noms qu’ils m’ont donnés depuis lors sont tellement nombreux qu’il n’y a pas assez d’espace pour eux dans mon cerveau. Quand ils m’ont emportée pour la première fois en Europe, les Italiens m’ont appelée tartufla, les Allemands kartoffel, les Roumains cartof, et j’en passe. Ce que je n’avais jamais imaginé, c’est que la rencontre avec ces animaux changerait ma vie à jamais. Depuis lors, je n’eus plus à me préoccuper de mes problèmes, qui cessèrent définitivement. J’en avais tant enduré, en me défendant, parfois d’autres plantes, parfois d’animaux grands et petits, ou en évitant la fureur de Pacha Mama qui n’est pas toujours de bonne humeur et passe abruptement de l’humide au sec. Et de multiples adversités de cet ordre, qui aux moments critiques, me faisaient défaillir et presque périr.
Ils se sont mis à s’occuper de moi avec un soin, des précautions incroyables. Au Sud, là où meurt l’horizon et où Pacha Mama n’existe plus, leur dévotion envers moi alla jusqu’à faire croître mon corps au poids d’un quart de tonne. C’est à Chiloé qu’ils m’aimaient le plus. Je me rappelais l’époque ancienne où sur ces mêmes terres, pour survivre, j’avançais péniblement en suivant toujours le climat froid mais pas glacial, vu qu’en dessous de moins 9 degrés centigrades la froidure m’engourdit, et qu’au delà de 23 la chaleur m’asphyxie.
Cheminant au sein de Pacha Mama, j’arrivai dans des rochers et des escarpements, c’est là que me découvrirent ces animaux dont je viens de parler, mais qui avaient alors la caractéristique de dormir une nuit par ci, une autre nuit par là, ce qu’on appelle des nomades à cause de leur bougeotte. Comme je croissais partout, mes fleurs se confondaient avec les nuages, et ils décidèrent de changer leur coutume errante et se mirent à vivre avec moi. Ils construisirent des agglomérations à Jalca, puis la forteresse de Knélap, pour se défendre de leurs ennemis car ils étaient toujours attaqués. Ils s’appelèrent d’abord les hommes des nuages, puis Chachapollas. Ils attirèrent mon attention car ils étaient très clairs, grands et minces comme des palmiers.
Je découvris que ces animaux étaient de taille et de couleur différents et qu’il y en avait partout. Ce fut lors de mon voyage vers le Nord que je m’en avisai. Autre chose de très curieux à mon sens, était que la durée de ma cuisson dans des récipients d’argile leur servait de mesure de temps, vu qu’el laps d’amollissement de mon corps est constant dès que l’eau commence à bouillir. À partir de là ils se mirent à faire des nœuds avec les fils de l’agave, qu’ils appelèrent quipus, ce qui leur permit de compter les animaux domestiques.
Je m’amusai beaucoup du fait que les Valdiviens qui habitaient à cette époque le lieu qui s’appelle aujourd’hui l’Équateur, prenaient mon corps, quand il était bicéphale et semblable à un de leurs couples constitués d’un mâle et d’une femelle, comme divinité de leur reproduction. Quand une femelle présentait les symptômes de la grossesse, mon corps devenait le centre de festivités de toute la tribu, ils entonnaient des chants, jouaient des instruments et dansaient. Le soir venu, je m’endormais entre les seins des futures accouchées pendant quatre nuits consécutives, et la nuit d’après entre leurs organes génitaux ; les futures mères étaient censées se reproduire avec la célérité qui me caractérise.
Les Mochicas se livraient à quelque chose de très différent ; ils me faisaient dévorer par leurs petits pour fortifier leur corps, et atteindre, à travers la vigueur, la maturité et l’érotisation. Je suis riche en vitamines C, B6, B2, B1, A, en protéines, glucides, lipides, potasse, phosphore, magnésium, sodium, calcium, fer, acide pantothénique et riboflavine ; et combinée à d’autres aliments, j’acquiers de nouvelles qualités. Tel a été mon grand secret, révélé par cette tribu qui a transformé l’hyménée en but principal de son existence. Cette affirmation s’appuie sur d’abondantes preuves, à commencer par leurs petites sculptures en terre cuite qui circulent ça et là. J’étais ingérée en tant qu’aliment et on m’utilisait aussi comme un organe sexuel, dans une quête d’excitation.
Une autre affaire que je ne peux passer sous silence est celle des Indiens Jivaros. Ils faisaient peu usage de moi pour se fortifier, vu qu’ils habitaient des zones chaudes. Ils se servaient de moi pour une activité bien singulière. Avec eux, je fus pour la première fois modèle, en tant que tubercule ; car je veux préciser ici que je donne aussi des fruits, également ronds et très petits, qui vont de un à trois centimètres ; ceci pour expliquer la différence dans mon travail de modèle. Comme j’ai dit plus haut, mon corps dans sa version grande a crû au Chili, et dans sa version réduite de couleur jaune d’or, dans la plaine de la lagune de Fúquenes, en un lieu de Colombie nommé Boyacá. Mes tubercules dans cette zone ressemblent à mes fruits, et les Jivaros qui appréciaient la différence pour leurs desseins, m’emportaient depuis ces confins avec une extrême délicatesse vers les forêts brûlantes et suffocantes des versants de l’Amazonie. Comme je me reproduis par germination et non par pollinisation, ils voyaient, dans les points par où je commence à germer, des petits yeux de couleur indéfinissable, une petite bouche et un nez. Cela n’était pas le motif de l’importation, mais comme mon corps a beaucoup de tailles et de formes, ils m’enfilaient sur un mince bâton selon un ordre rigoureux, de façon que mon corps le plus grand vienne en premier pour descendre jusqu’au plus petit qui était celui apporté de Fúquenes. En s’inspirant de tous mes corps transpercés par l’axe de bois, les médecins réductionnistes acquéraient la compétence pour obtenir des têtes de moindres dimensions.
J’ai aussi été utilisée comme symbole d’échange entre les peuples des nuages et les peuples des eaux, j’ai été échangée contre du poisson des Indiens Caraïbes et d’autres tribus, contre des peaux, des animaux et aussi des fruits. Les Incas ont réussi à transformer mon corps en farine et l’ont déshydraté ; c’est une des causes de leur victoire militaire pour arriver à dominer leurs voisins. Ils m’ont empilée dans de grands silos de tout leur empire ; dans ces nouvelles conditions de transformation je suis devenue résistante à l’humidité et au temps, devenant monnaie grâce à ces deux qualités. Cinq empans de la main d’un Indien étaient la mesure de hauteur d’un sac de mon corps pulvérisé, valant un alpaga ou un lama avec son petit. Un ballot de mon corps en poudre en valait trois de poisson, aux mêmes conditions.
Je vivais paisiblement au sein de la société indienne, quand une après-midi de repos en 1537, des étrangers apparurent, venant d’un port appelé Barrancos Bermejos ; ils avaient navigué sur la rivière Opón et arrivèrent à ce qui est aujourd’hui la province de Vélez en Colombie. C’est là que j’ai vu pour la première fois un nommé Pedro Cieza de León. À l’époque je m’appelais simplement papa. Le nouvel arrivé eut l’idée de m’appeler turma de tierra, c’est-à-dire « testicule de terre », il fut le premier être différent des Indiens que je connus dans mon histoire et ma vie ; date du début d’une véritable épopée trans-géographique. Je connaissais jusqu’alors l’eau douce et l’eau salée, cette dernière seulement par les zones côtières. Les étrangers m’emporteraient en haute mer dans des caravelles et des brigantins, et je traverserais ainsi l’immense lagune jusqu’à son autre rive. Voyage entrepris la première fois depuis Santa María du Darién, puis de ports péruviens et d’autres ensuite.
Je nouai une sincère amitié avec les marins. Ce sont eux qui me firent connaître le monde entier. Avec eux je suis arrivée jusqu’au Japon, en Chine, dans toute l’Asie, l’Afrique et l’Europe. Tout ne fut cependant pas rose, et avant de devenir indispensable, j’ai eu à affronter des épreuves difficiles, de vrais problèmes. L’église orthodoxe russe m’a accusée de façon inique d’être responsable des scrofules et de la lèpre. Les paysans russes me considéraient anti-chrétienne et immonde. En d’autres lieux d’Europe, on m’accusait d’hermaphrodisme, et aussi d’inspirer la masturbation. On me rendit responsable des maladies vénériennes, spécialement de la syphilis ; les censeurs me mirent sur le dos des fautes pour me faire passer en jugement. En compagnie de sorcières, je fus condamnée au bûcher. Les moralistes m’associaient au culte satanique et à la perversion sexuelle. C’est le contraire qui se passa en Espagne : en 1571 des moines me plantèrent dans un potager de l’hôpital de Séville pour nourrir les malades anémiés à cause des famines de ce temps-là, avec de meilleurs résultats que ceux de la toute la médecine. En 1565, j’eus l’opportunité d’être présentée en société, cela eut lieu en Irlande, par le moins recommandable des commerçants, un nommé John Hawkins, un vendeur d’esclaves et de marchandises issues des butins de pirates. Peu perspicace, il choisit, parmi mes nombreux corps, un de ceux à la peau sombre. À cause de la couleur, on m’associa au mal et le résultat fut désastreux. Un deuxième essai irlandais fut le fait de Sir Walter Raleigh en 1584 ; je reconnais que c’était un homme généreux et de très bonne volonté ; lui m’apporta de Virginie, mais cette fois, l’échec obéit à une cause différente. Son cuisinier, qui ne me connaissait pas, jeta les tubercules et prépara mes feuilles avec art, dans l’ignorance totale de leur nocivité pour la santé humaine, les premiers symptômes commençant par une indigestion.
L’honneur d’être introduite et admise en Europe débute avec un des phares de ce temps, le flibustier Francis Drake, qui était avisé en tout. Il me remit au prestigieux botaniste John Gerarde, qui me cultiva dans un jardin de Londres et découvrit toutes mes vertus, à commencer par les éthyliques. Je suis l’origine du whisky poteen dérivé de mon nom en anglais. Un prisonnier affamé et famélique qui échappa à la mort en m’ingurgitant tous les jours nommé Antoine Augustin Parmentier. Celui-là participa à la guerre de Sept Ans contre l’empereur Frédéric II en 1756-1763, et obtint que les Français fissent les premiers pas pour m’accepter, avec l’aide de Buffon, de Turgot, de Condorcet, du roi Luis XVI, de la reine et même Voltaire qui se mit de la partie. Des anecdotes qui me font rire à chaque fois que j’y pense, sont celles de Frédéric Guillaume Ier. En 1651, quand il menaça tous les agriculteurs qui se refuseraient à me cultiver, de leur couper le nez et les oreilles ; également ce qui on appel aujourd’hui « les despotes éclairés » comme Pierre Le Grand qui oblige aux paysans à me cultiver jusqu’à utiliser l’armée de terre, et autres chefs d’État firent le même. Pour cela, les paysans contre-attaquent avec plusieurs insurrections, actuellement nommées « Les guerres de la pomme de terre ». L’acharnement à me reproduire paraît aujourd’hui irraisonné à première vue. Les choses étaient alors bien différentes. Les gens mouraient en masse de faim et de maladie. Un fait douloureux me revient en mémoire : j’ai enduré une terrible maladie à cause de l’ignorance génétique des Irlandais, affaire à prendre avec des pincettes avec toutes ces manipulations d’aujourd’hui. Par manque de défenses, je fus attaquée par le champignon Alternaria solani puis par Phytophthora infestans, ces deux-là sont comme un cancer, connus familièrement sous le nom de mildiou. Les champs d’Irlande se changèrent en véritables cimetières de mon corps à l’état de cadavres, suivis par les corps de presque un million d’Irlandais mourants parce qu’ils n’avaient rien à manger. Autant d’autres abandonnèrent le pays pour ne pas mourir de faim, vers le nord de l’Amérique, entre lesquels se trouvaient les Kennedy.
J’en viens à l’étape où je considère être indispensable, à la dénommée modernité, où les usages de mon corps s’élargissent. Les industries pharmaceutiques, textile, du bois et des carburants ont besoin de moi. Récemment je suis entrée dans la composition de l’éthanol et je suis aussi un adhésif efficace. Mais cela est secondaire car ma fonction principale a toujours été d’être un aliment. On me cultive actuellement dans cent dix pays. Mon corps a une présence colossale au niveau mondial, avec trois cent quatre-vingt millions de tonnes, c’est à peine si les céréales me dépassent ; je leur dispute en ce moment la première place. Il y a tant d’intérêt vis-à-vis de moi que l’on a même consacré toute une année à m’honorer. J’ai de ce fait la conviction que tous les humains qui peuplent la planète me connaissent, qu’ils m’ingèrent ou qu’ils m’aient goûtée plus d’une fois dans leur existence. Une masse de spécialistes me requièrent, les raisons ne leur manquent pas pour me chercher. Les généticiens veulent déchiffrer mes douze chromosomes d’une longueur de soixante-dix millions de paires de bases, équivalant à huit cent quarante millions de nucléotides ; cependant que les politiciens m’invoquent dans leurs programmes pour soulager les lamentations humaines. Les financiers passent leurs nuits à supputer les avantages qu’ils peuvent tirer de moi pour me convertir en gains. Les affamés rêvent de ma présence dans leur assiette. Les photographes recherchent mes meilleurs angles. Les poètes font de ma pulpe chair pour leurs métaphores. Et ainsi, chacun dans son domaine, me fait sienne. Pendant ce temps, un enfant du Tiers Monde joue à quatre pattes avec mon corps en imaginant que je suis une balle de caoutchouc.
Paris, 06 mai 2010
Traduit par MOÑINO Yves

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